LA TENENCIA DE LA TIERRA
La tenencia de la tierra era un derecho que los pobladores
tenían por pertenecer a un determinado grupo étnico. Los curacas repartían la
tierra de acuerdo a las necesidades de los individuos y sus familias. La unidad
de medida era el «tupu», pero las dimensiones del «tupu» podían variar de
acuerdo al rendimiento de la tierra. De acuerdo a esto una unidad doméstica
recibía 1 1/2 tupu, al nacer un hijo varón se les asignaba un tupu adicional y
si nacía una mujer se les asignaba 1/2 tupu adicional; si los hijos se casaban,
los tupus adicionales se les retiraba a la familia.
Algunos cronistas indican que el reparto de las tierras
era anual, Guamán Poma señala que ese reparto se realizaba después de la
cosecha en el octavo mes del calendario incaico y que esa actividad recibía el nombre de «chacraconacuy» (esto
correspondía a los meses de julio y agosto). John Murra señala que esta
ceremonia anual era una ceremonia de reafirmación de las tierras y que existía
una continuidad en la tenencia de la tierra por parte de cada familia. La
ceremonia del «chacraconacuy» contemplaba la fertilización de la tierra, la
limpieza y reparación de canales y acequias así como sacrificios a la «pachamama».
En las crónicas se señala que luego de una conquista la
tierra y el ganado eran declarados «propiedad del estado» y que luego eran
cedidos a las poblaciones conquistadas. En realidad la tenencia de la tierra
luego de una conquista era condicionada por la riqueza y los recursos que
existían en ese territorio. Por lo general, a los productores de tubérculos se
les dejaba continuar con la posesión de sus tierras; en cambio a los grupos
productores de maíz y coca, era común que se les expropiara sus tierras para
dedicarlas al estado o a los cultos, teniendo en cuenta que esta producción era
especialmente importante para la religión incaica.
Se ha documentado que en Chincha, por cada «huaranca» (mil
unidades domésticas) se tomaba 1 chacra. En otros casos los Incas ampliaron la
frontera agrícola (construyendo andenes y canales) para tomar esta ampliación a
nombre del estado, luego estas tierras eran trabajadas por el grupo étnico
conquistado. Otra modalidad fue colocar mitmakunas en las colonias del grupo
étnico conquistado, como sucedió con los Lupaka.
Existió una marcada diferenciación entre las tierras del
estado y las destinadas al culto, éstas eran administradas independientemente y
sus cosechas eran almacenadas por separado. Inti, Mamaquilla, Chuquiilla,
Pachamama tenían tierras asignadas a su culto, así como también los santuarios
de los antepasados míticos como Huanacaure; además el estado, en muchos casos,
asignó tierras a las deidades de las etnias conquistadas. La mano de obra para
el trabajo de las tierras estatales y de culto se obtuvo de la mita.
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